Por Martín Díaz En Altamira, el alcalde Armando Martínez no necesita encuestas ni estudios de opinión: él tiene algo mucho mejor… los comentarios de sus redes sociales.
Cada publicación suya viene acompañada por un coro afinadísimo de empleados municipales que, con admirable entusiasmo y cero creatividad, repiten al unísono: “¡Excelente trabajo, señor alcalde!”. No hay uno que diga “bueno”, “decente” o “más o menos”; todos, sin excepción, opinan que la gestión es excelente. Qué curioso, ¿no?
Uno pensaría que con tanto halago fotocopiado, alguien sospecharía… pero no. Al contrario: el alcalde, inocente como bolillo tibio, cree que esos aplausos son reales. No advierte que está rodeado de porristas con nómina, que aplauden más por necesidad que por convicción.
Y lo más pintoresco es que esta comedia digital nos cuesta. Porque la estrategia de inflar egos en Facebook se paga con recursos públicos. Al final, los únicos que se creen el cuento... son el Alcalde y sus secuaces.