Por: Isaias Alvarez
En el estado, parece que las palabras "ética" y "justicia" han perdido todo significado. En Nuevo Laredo, Gastón Herrera, un hombre con una denuncia por violencia familiar en su contra bajo el expediente IMM546/2023, no solo evade su responsabilidad, sino que ahora tiene el descaro de convertirse en el aval y promotor de José Ramón Gómez Leal como gobernador. Sí, el mismo Gastón que fue señalado por agredir a su exesposa, Daniela Fructuoso González, física y psicológicamente durante años, y que, en lugar de enfrentar las consecuencias, aparece en sus redes sociales levantando la mano de un hombre que dice representar el "cambio". Situación que no es solo inmoral, es indignante.
Los detalles de la denuncia, a los cuales esta columna ha tenido acceso, son contundentes. Según consta en el expediente y que aparece en la portada de la misma, Daniela Fructuoso González fue víctima de un patrón constante de violencia que incluyó golpes, amenazas y un control emocional que afectó gravemente su vida y la de sus hijas. Uno de los episodios más graves según consta en la denuncia, habría ocurrido en octubre de 2021, cuando Gastón, en un acto de furia, la golpeó dentro de un vehículo, causando lesiones físicas que la mandaron al hospital. A pesar de estos hechos, Gastón sigue libre, protegido por influencias y alianzas que, en Tamaulipas, parecen estar por encima de la justicia.
¿Y quién lo respalda?: José Ramón Gómez Leal, quien, con esta jugada, deja claro que su grupo político no tiene escrúpulos para alcanzar el poder. En lugar de deslindarse de figuras tan enlodadas como Gastón, José Ramón permite que alguien con una denuncia tan grave lo impulse como el "próximo candidato a gobernador". Esto no solo es una burla para las mujeres tamaulipecas, es una burla para la sociedad entera, en un partido que ha prometido proteger a todas aquellas que sufran violencia de cualquier tipo.
Mientras Gastón levanta la mano de José Ramón en un acto que debería avergonzar a cualquier ciudadano con un mínimo de decencia, en Reynosa el espectáculo no es menos grotesco. Ahí, la COMAPA sigue siendo el botín principal, manejada como una caja chica para financiar las ambiciones de este grupo. Carlos Peña, parece más un operador de los intereses de Cabeza de Vaca que un representante de Morena. Los regidores cabecistas, todo le votan a favor a Carlos, y no porque exista consenso político, sino porque el PAN y Morena en Reynosa no son rivales, son socios. Pero no se engañen: no son del mismo partido, son del mismo equipo, el equipo que responde a Francisco García Cabeza de Vaca.
La prueba más evidente de esta conexión está en el juez Faustino Gutiérrez Pérez, quien otorgó un amparo para proteger a Carlos Peña en el control de la COMAPA bajo el expediente 65/883. Este mismo juez fue quien también benefició a Francisco García Cabeza de Vaca al cancelar la orden de aprehensión en su contra bajo el expediente IMM366/2023, argumentando "violaciones al debido proceso". ¿Coincidencia? Claro que no. Esto no es más que el reciclaje de los viejos intereses disfrazados de transformación.
Y mientras tanto, José Ramón Gómez Leal sigue construyendo su campaña, queriendo venderse como el "candidato del cambio". Pero ¿de qué cambio estamos hablando? José Ramón no representa un nuevo rumbo para Tamaulipas; representa el regreso del viejo poder, el mismo que saqueó al estado y ahora busca perpetuarse con un nuevo rostro. Porque, no nos equivoquemos, si José Ramón llega a ser gobernador, será solo para devolverle el control a su cuñado, el exgobernador Cabeza de Vaca. Lo más insultante de todo esto es que lo hacen con total descaro, sin temor a las consecuencias. Gastón, un hombre con una denuncia de violencia familiar, se presenta públicamente como promotor político; el alcalde de Reynosa opera como si fuera del PAN; y José Ramón sigue avanzando en su ambición política sin importar cuántas conexiones lo liguen a uno de los periodos más oscuros de Tamaulipas. Y mientras personajes como Gastón Herrera levanten la mano de José Ramón Gómez Leal, el mensaje es claro: aquí no hay transformación, solo el reciclaje del poder en sus formas más descaradas, en palabras sencillas el regreso del cabecismo.