Por Miguel Ángel Isidro Fundado hace 173 años y poseedor de una sólida reputación editorial que le ha valido ser galardonado con 132 premios Pulitzer; el diario norteamericano The New York Times es, sin duda, uno de los más preclaros baluartes del periodismo moderno a nivel internacional.
A inicios de la década de los cincuentas, en pleno auge de la industrialización de los medios impresos, al diario The New York Times se le comenzó a conocer con un peculiar apodo: “La Dama Gris”, debido a su rígido formato, que privilegiaba la inserción de un importante volumen de notas en su primera plana, sin ninguna fotografía o viñeta. A la distancia, la portada del periódico parecía ser totalmente gris.
En la década de 1970, el rotativo fundado Henry Jarvis Raymond y George Jones comenzó a alcanzar su etapa de máximo esplendor periodístico, con la publicación de los denominados “Pentagon Papers” (“Los Papeles del Pentágono”), con los que se revelaron una serie de acciones que envolvieron a los gobiernos de Lyndon B. Johnson y Robert Nixon en esquema de mentiras sistemáticas sobre el accionar de las fuerzas armadas norteamericanas durante la Guerra de Vietnam, pretendiendo justificar la presencia militar en aquella región del continente asiático con fines políticos, beneficiando a su vez al complejo armamentista y financiero que forma parte de la oligarquía internacional.
La difusión de los “Papeles del Pentágono”, así como la competencia desatada con el Washington Post por la publicación del escándalo Watergate, -que terminó por provocar la caída de Nixon en 1974- fueron episodios clave para afianzar la reputación del NYT a nivel internacional por su nivel de acuciosidad. Su manual de redacción y sus protocolos de verificación de datos ha sido incluso material de estudio en facultades y escuelas de periodismo y comunicación en las más prestigiadas universidades del mundo.
Por supuesto que la historia de The New York Times no ha estado exenta de controversias. En 2011, llamó poderosamente la atención con la designación de la veterana reportera Jill Abramson como directora, siendo la primera mujer en alcanzar dicho puesto. Sin embargo, poco más de tres años después, Abramson renunció intempestivamente a la dirección del Times aduciendo motivos personales, aunque se especuló sobre fuertes presiones en su contra por la pérdida del liderazgo del diario en la generación de primicias, la pérdida de suscriptores y las dificultades para transitar a los nuevos formatos digitales que comenzaban a acaparar la atención de las audiencias en forma creciente. En el fondo, el episodio también puso en evidencia la cultura misógina que hasta la fecha sigue privando en la industria de los medios de comunicación periodística, aún en sociedades “de primer mundo”.
En 2017, el periodista catalán Ismael Nafria publicó un trabajo titulado “La Reinvención del New York Times” en el que expone los retos que ha enfrentado dicha casa editorial para incorporarse a la era digital, forzándose a sí misma a rediseñar su modelo de negocio. En este breve texto, que está disponible a bajo costo en plataformas digitales se llega a la conclusión de que la vía de supervivencia para los grandes medios en la era de la internet radica ya no sólo en la exclusividad y oportunidad de las noticias, sino en su capacidad para profundizar en las mismas a través del despliegue de una cobertura periodística que combine de manera eficaz la inmediatez del reporteo en campo con un esmerado y acucioso trabajo de investigación documental. Las noticias deben ser atractivas no sólo por su impacto inmediato, sino por su alcance social y político a grado tal de que la cobertura misma sea capaz de convertirse en una historia digna de ser contada, concluye Nafria.
Por todos estos antecedentes es que llama poderosamente la atención el episodio registrado en la semana que recién termina entre el presidente de México Andrés Manuel López Obrador y la jefa de corresponsales del New York Times Natalie Kitroeff, en torno a la publicación de un texto periodístico por parte del diario estadounidense, revelando una presunta investigación oficial del gobierno estadounidense sobre la vinculación de familiares y colaboradores del mandatario con el narcotráfico.
Sorprende el hecho de que, a pesar de los protocolos establecidos por una empresa periodística tan prestigiosa como el NYT, sus representantes hayan tenido tan poco cuidado al momento de requerir información de un gobierno extranjero -en este caso, el mexicano- en torno a una investigación oficial que ellos mismos terminaron reconociendo no arroja datos concluyentes.
Era obvio suponer que López Obrador, un eficaz estratega de la comunicación política (que lo es, pese a lo que digan sus detractores), no iba a desaprovechar la oportunidad de “reventar” la publicación del Times aún incurriendo en errores, como la publicación del número telefónico personal de la periodista solicitante, y el excesivo e innecesario escarceo entre el mandatario y la corresponsal de la cadena Univisión en México, Jessica Zermeño en la conferencia mañanera de este viernes 23 de febrero, en la que el Ejecutivo mexicano buscó justificar el error cometido con la información personal de Natalie Kitroeff con la desafortunada frase “por encima de la ley está la autoridad política y moral”.
Más allá de los ataques y las recriminaciones que en estos momentos inundan las redes sociales, llama la atención el hecho de que un medio periodístico tan prestigiado haya caído en yerros tan elementales en la búsqueda de reacciones sobre un informe oficial. Es evidente que el proceso electoral mexicano reviste especial interés para el aparato político norteamericano, que a su vez enfrentará sus propios comicios presidenciales en noviembre próximo.
En el fondo, tanto el episodio con el New York Times como la anti campaña desplegada en la red social X (antes Twitter) buscando vincular la imagen del Presidente López Obrador y su partido con el narco, abona a la causa de la 4T, por ilógico que esto parezca, por un motivo muy sencillo: invalida o debilita por adelantado la credibilidad de dos de sus más férreos críticos: las minorías informadas que publican en redes sociales y la prensa internacional, aparentemente ajena a los enconos del monólogo mañanero de AMLO.
El viejo y conocido esquema de la fábula de Pedro y El Lobo.
Al tiempo.
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