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Cd. Victoria

Obispo, familia, Colegas, Oficina
Fecha de Publicación: Febrero , 03 ,2025 | Tags: Obispo, familia, Colegas
LA LEY DE HERODES/ El Último Adiós a Don Sergio

Por Miguel Ángel Isidro

El 5 de febrero  se cumplirán 33 años del fallecimiento del Noveno Obispo de la Diócesis de Cuernavaca Sergio Méndez Arceo, considerado como uno de los principales ideólogos de la Teología de la Liberación en México.

Recuerdo que era un medio día de miércoles, cuando las campanas de la Catedral comenzaron a repicar con un sonido grave y prolongado. “Están sonando a muerto; debe haber fallecido alguien importante”, me hizo notar una compañera reportera que cubría la fuente de la Diócesis de Cuernavaca. Era un cinco de febrero de 1992.

Yo iniciaba mis labores como reportero en la edición local del diario El Financiero. Como novato me asignaron las fuentes del municipio, educación y culturales, que debido al perfil del rotativo, especializado en temas de economía y finanzas eran de un bajo perfil. Al llegar a la redacción a media tarde ya había nuevas órdenes de trabajo para todos los reporteros. Se había confirmado el deceso del ex obispo de Cuernavaca Sergio Méndez Arceo en su casa al norte de Cuernavaca; se anticipaba la llegada de una importante comitiva integrada por altos representantes de la grey católica nacional.

Todos los reporteros de la pequeña redacción (éramos cinco en total) fuimos comisionados a buscar reacciones sobre el personaje que acababa de fallecer. Siendo el elemento más joven de la redacción, conocía muy poco de los antecedentes del hombre que dirigió la Diócesis se Cuernavaca se 1952 a 1982, y que en en algunos textos periodísticos todavía era citado como “El Obispo Rojo”. Sin embargo, como residente de la capital morelense formado en el seno de una familia católica tenía presente la existencia de un movimiento altamente politizado en distintas parroquias de la ciudad y sus municipios circunvecinos, que para esos años seguía generando controversia entre la feligresía. “Hay algunos padres que hablan más de política que del evangelio en sus homilías”, era un comentario común.

Pero pongamos contexto. La Teología de la Liberación es una corriente ideológica surgida en el catolicismo a principios de la década de los 60’s del siglo pasado, como consecuencia de los debates surgidos en el Concilio Vaticano II (1962-1966), acerca del papel social de la iglesia. El ala más activa de ésta corriente adoptó la filosofía de la “opción preferencial por los pobres” y desplegó su acción territorial a través de las llamadas Comunidades Eclesiales de Base, consistentes en pequeños grupos de lectura y análisis de los textos bíblicos y su interpretación en base a la realidad social imperante Dichas comunidades también funcionan a su vez como redes de solidaridad para acciones caritativas, de asistencia social y de activismo en asuntos como la solidaridad con los pueblos originarios, el refugio a migrantes y la defensa de los derechos elementales de la población más vulnerable.

Volvamos pues la calurosa tarde del 5 se febrero de 1992. Como reportero de la fuente municipal, se me asignó ir a montar guardia a la Iglesia de San Salvador Ocotepec, cuya casa parroquial sirvió de residencia de retiro a Méndez Arceo. Se esperaba una primera ceremonia de velación con la presencia de algunas personalidades relevantes del clero y la política.

Vale la pena mencionar que desde su apostolado en la Diócesis de Cuernavaca, Don Sergio (como le decían sus seguidores) se convirtió en un actor político relevante, con posturas críticas a los gobiernos priistas de la época e involucrado frontalmente en la denuncia de la llamada Guerra Sucia, que no era otra cosa que la persecución y asesinato de líderes opositores desde los órganos de seguridad e inteligencia nacional, durante los gobiernos de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo y hasta Miguel de la Madrid. 

Cuando llegué a la pequeña parroquia de Ocotepec, ésta ya era un hervidero de fieles, reporteros y curiosos. Logré colarme junto con algunos colegas a la pequeña oficina parroquial, a la espera de alguna figura a la cual entrevistar. El pueblo de Ocotepec, al Norte de Cuernavaca, es uno de los ocho poblados tradicionales de la capital morelense, teniendo la particularidad de regirse por un sistema de usos y costumbres. Ni siquiera la policía del estado puede operar en  su territorio; la seguridad del pequeño poblado está a cargo de una guardia comunitaria conocida como “La Ronda” o “Los Ronderos”.

En aquellos años alternaba el uso de una grabadora “de cassete grande” (tamaño regular) con la libreta de apuntes. El uso de esa grabadora tenia para mí dos ventajas: como herramienta de trabajo reporteril, y como “walkman” en los momentos de descanso. Además me gustaba más utilizar los cassetes convencionales al momento de recuperar los audios usando una grabadora de escritorio, porque se me hacía más cómodo al momento de adelantar o retrasar la cinta. Nunca me gustaron mucho las grabadoras de “micro cassete”.

Personal de la parroquia nos avisó entonces que se esperaba que en cualquier momento llegara al lugar el Arzobispo Primado de México, Ernesto Corripio Ahumada, quien encabezaría personalmente las exequias de Méndez Arceo. De inmediato los reporteros nos apostamos en el acceso que comunicaba a la iglesia con la casa parroquial, en espera del prelado. El lugar estaba abarrotado, así que solo alcancé a ubicarme frente a la oficina parroquial. 

Cuál sería mi sorpresa cuando, se abre la pequeña oficina, y de ahí sale el Cardenal Corripio acompañado por un par de obispos y un asistente. Al parecer había entrado al lugar por el acceso trasero de la oficina parroquial para evitar el tumulto. De inmediato la nube de reporteros se abalanzó hacia ese punto; yo sólo alcancé a girarme para quedar prácticamente frente a frente con el máximo jerarca de la iglesia católica en México. Los colegas lo bombardearon de inmediato con todo tipo de preguntas acerca de su opinión sobre Méndez Arceo y su labor en el obispado de Cuernavaca, además de algunos temas de la agenda política reciente. La presión era mucha y el espacio reducido, por lo que, de manera involuntaria, alcancé a golpear levemente la cara del cardenal con la punta de mi grabadora. Pude ver cierta expresión de nerviosismo en sus ojos, al encontrarse fuera de su zona de confort y con una turba de reporteros viniéndosele encima. “Todos estamos muy tristes por la partida de nuestro hermano Sergio, pero tranquilícense, muchachos, en breve les compartiremos el programa oficial de la ceremonia especial que se celebrará mañana”, alcanzo a decir el Arzobispo Corripio, antes de ser sacado prácticamente en vilo por sus acompañantes.

A la mañana siguiente el ambiente era de gran expectación en la Catedral de Cuernavaca, lugar que serviría de recinto para la ceremonia fúnebre de Méndez Arceo y la posterior colocación de sus restos mortales en las catacumbas donde reposan los los antiguos obispos de la Diócesis, ubicada exactamente debajo del altar principal del templo.

 La Catedral estaba a reventar. Más de cuarenta obispos estaban presentes, además de la plana mayor de la Arquidiócesis encabezados por el cardenal Corripio y el entonces nuncio apostólico Jerónimo Prigione . Entre el público asistente, algunos personajes del ambiente político como Cuauhtémoc Cárdenas (en aquel entonces ex candidato presidencial y dirigente de lo que a la postre sería el PRD, la vocera del Comité Eureka y figura emblemática de la búsqueda de desaparecidos políticos Rosario Ibarra de Piedra; varios líderes sindicales y campesinos; intelectuales de izquierda, una gran cantidad de reporteros y corresponsales de medios nacionales y extranjeros.
 
Eran los años de una transición generacional en la Iglesia Católica, con la consecuente confrontación entre corrientes ideológicas antagónicas. No pocos articulistas contextualizaron la muerte de Méndez Arceo con la evidente ruptura de Juan Pablo II con la Teología de la Liberación y sus ideólogos; llegando al grado de retirar del ministerio religioso a varios sacerdotes como a los nicaragüenses Fernando y Ernesto Cardenal  y Miguel D’Escotto y Edgard Parrales por su participación en la Revolución Sandinista, acusando a dicha corriente de promover “ideas heréticas”.

En México, fue evidente que desde la década de los ochentas, muchos obispos seguidores de dicha corriente fueron relegados a comunidades lejanas como fue el caso de Raúl Vera o Samuel Ruiz, y que una parte importante de los esfuerzos de la alta jerarquía católica parecían estar enfocados en erradicar la presencia de la Teología de la Liberación y sus seguidores. El ala más conservadora de la iglesia comenzó a recuperar terreno.

Nuevamente, la suerte se hizo presente para poder realizar dicha cobertura. Varios reporteros locales teníamos relación de amistad con Julián Cruzalta, quien era entonces el capellán de la catedral, y nos dio acceso por un área restringida para poder atestiguar la ceremonia desde el estrado de uno de los coros; a un castaño del centenario órgano del recinto. 

Desde ese punto pudimos registrar la ceremonia y sus discursos, pero sobre todo un grito espontáneo que durante varios minutos hizo cimbrar a la nave catedralicia: “¡Queremos obispos del lado de los pobres!”, gritaba la multitud reunida en el templo y que también abarrotaba el atrio principal; gran cantidad de puños levantados repitiendo el coro durante un tiempo que pareció una eternidad.

A poco mas de tres décadas de la muerte de Don Sergio, la iglesia católica enfrenta un momento complicado. Si bien la llegada del Papa Francisco en 2013 representó para muchos observadores un importante signo de apertura, por su discurso de tolerancia, por su postura ante temas polémicos -incluso, derogó los castigos impuestos a clérigos simpatizantes de la Teología de la Liberación desde los tiempos de Karol Wojtila- la iglesia fundada por el apóstol Pedro sigue enfrentando fuertes cuestionamientos por el involucramiento de varios de sus miembros en casos de abuso sexual y corrupción política, lo cual les ha hecho perder terreno ante otras corrientes protestantes, incluidas algunas de  manufactura moral y ética bastante cuestionable, como es el caso de esa tenebrosa secta autodenominada como La Luz del Mundo.

En México, aunque persiste en amplias regiones del país el trabajo de grupos emanados de las Comunidades Eclesiales de Base, el grupo de obispos identificados con la “opción por los pobres” han sufrido un cambio generacional, ya sea por la muerte de algunos de sus cuadros representativos o por el retiro de algunos otros de ellos por motivos de edad. Nombres como Samuel Ruiz, Arturo Lona, Raúl Vera o José Alberto Laguna  dejaron una memorable escuela en el trabajo comunitario y el compromiso con las causas sociales desde el fuero de la religión , sin que se avizore el necesario recambio generacional; o al menos, esos nuevos cuadros no han tenido el mismo grado de exposición pública y activismo político que alcanzaron los contemporáneos de Méndez Arceo.

En tiempos de un régimen de supuesta izquierda, resultaría de vital relevancia para la sociedad el acompañamiento de líderes religiosos identificados con las causas sociales. Vivimos momentos de gran necesidad espiritual, en los que el trabajo a ras de tierra, con los pueblos y comunidades, daría más sentido a un supuesto discurso de “resistencia” que unas huecas maquetas de yeso, cartón y metal.

La vida espiritual no debería estar peleada con la formación del pensamiento crítico.

¿Qué opinarían personajes como Sergio Méndez Arceo del momento político y social que actualmente se vive en México?
Sería interesante saberlo…

X/Twitter: @miguelisidro